Si mañana llueve reúne lo mejor de los
cuatro primeros libros de Hurón
Magma: Palomas de lluvia (1985), Bajo otro cielo
(1987), El árbol de los sueños (1998) y Los cuentos de Ariadna y
otros poemas (2009). El poeta, radicado en Cunco,
lejos de la élite literaria santiaguina, ha cultivado una poesía delicada,
ajena a los exabruptos de la vanguardia y a la férula del metro.
Hurón
Magma (Edgardo
Añazco, en la vida ciudadana) pertenece a la generación del
80, signada por la dictadura y su poética pudo derivar hacia una literatura de
denuncia, pero, salvo algunos versos tempranos, pronto comprendió que lo suyo
era distinto. Sus poemas
giran en torno el amor, el recuerdo de los muertos, la evocación del paisaje y
los elementos, la reminiscencia de lo cotidiano y, en las últimas décadas, la
exploración del simbolismo
mapuche, sin caer en una belicosidad impostada ni el
exhibicionismo fácil, y sin sumergirse en el verso críptico que exige del
lector una lectura en clave. Esto no implica una falta de compromiso con su
pueblo, pues Hurón
Magma no es un esteticista sino un esteta que asume su
compromiso con el ser humano indagando en el alma sin estruendos, renunciando a
la diatriba y cultivando una poética delicada y cercana.
La obra de Hurón
Magma se hermana con el ideario de casi toda la poesía
sureña: la presencia de la naturaleza como determinante espiritual del hombre.
La mención de Neruda
y Jorge
Teiller entre sus influencias pareciera insoslayable, sin
embargo, Hurón
Magma prescinde de la fuerza telúrica del premio Nobel y de
la nostalgia desgarradora de Teiller,
y no fatiga al lector con largos versos y estrofas interminables. Sus poemas
se posan en el alma con la levedad de las gotas de rocío. Su poesía es de un
lirismo sutil, equilibrado y diáfano, y aunque su lenguaje es sencillo, no
pretende simular el habla cotidiana y se aleja tanto de la ironía de Nicanor
Parra como de la poesía narrativa de PabloAzócar.
Una característica de su estilo es la maestría con la que
administra el lenguaje poético, de modo que no resulta evidente el uso de la
técnica y el lector acaba el poema embelesado sin que le quede claro el modo en
que lo cotidiano y lo elemental se hermanaron para crear una emoción nueva o
evocar un recuerdo dormido. Una segunda lectura permite apreciar las imágenes y
metáforas que van construyendo, con las palabras de siempre, una atmósfera y un
sentido nuevo. Baste con citar como ejemplo dos versos de Si llueve, el poema inaugural de la antología:
Te
esperaré en los pinos
Con
mis manos de agua.
Manos que gotean bajo la lluvia, que se trasparentan
hasta disolverse en la espera. Disolución que evoca en paso del tiempo, que
devuelve toda forma de vida a los elementos esenciales. El tiempo de Hurón
que no apela al río heraclitiano, sino el compás de la eterna lluvia del sur.
En otro poema nos ofrece esta metáfora:
En
este rincón de mis manos
se
oculta todo el mar
y el
secreto de haber pecado una noche.
¿Qué otro mar puede ser sino la huella que deja en las manos la
piel de la mujer amada?
A veces la figura literaria comprende todo el poema:
Antes
de mirarnos
Esta manera de
mirarnos
Como un aguacero que comienza.
No quiero extenderme en más ejemplos. Dejo como aperitivo algunos
poemas del autor además de un vídeo.
Antes de
terminar, debo advertir que conozco a Edgardo
Añazco lo suficiente como para considerarme su amigo (a Hurón
Magma aún no termino de conocerlo). Durante la adolescencia
solíamos caminar por las calles de Temuco,
haciendo crujir la hojarasca bajo nuestros pasos –vocación de peripatéticos que
nos permitía hablar de poesía. El lector tiene derecho a pensar que mi
entusiasmo nace de dicha amistad. Sin embargo, la crítica
que han recibido sus poemas
y los análisis que se les han dedicado me libran de la
sospecha del panegírico. Quien quiera comprobarlo no tiene más que leer Si
mañana llueve. Un libro entrañable.
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