lunes, 28 de octubre de 2019

Poesía para barricadas

Poesía para barricadas

ARTEFACTOS de PROTESTA


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Nicanor Parra popularizó los artefactos, con los cuales, de un modo irónico, ejercía la crítica y expresaba su opinión. Estos son dos de los primeros que yo creo. Se deben leer de izquierda a derecha.






 


domingo, 20 de octubre de 2019

UNA RESEÑA A LA CARRERA: PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL “YO”




 Me había propuesto escribir una reseña sobre Bécquer, pero los graves acontecimientos ocurridos en Chile en los últimos días me hicieron pensar que hablar de una poética posromántica podría parecer un despropósito. La masiva protesta de los últimos días ha llevado a los políticos a mostrar una vez más su incompetencia y entretenerse en la adjetivación, tratando de hacer distingos entre la protesta pacífica y la protesta violenta, como si no se trataran de una sola cosa: protesta. Olvidan al viejo Aristóteles que distinguía entre sustancia y accidentes (características no sustanciales). Concedo que el adjetivo «violento» referido a los saqueos e incendios provocados intencionalmente resulta descriptivo, del mismo modo que aporrear una cacerola para manifestar descontento puede ser descrito como un modo «pacífico» de protesta. Pero centrar el análisis en la características que toma el movimiento social es preocuparse de los aspectos superficiales, y pretender que con reprimir los actos violentos traerá la paz social resulta iluso. Lo único que se puede lograr de ese modo es una prórroga. Pensar que quienes participan en actos violentos son todos delincuentes, o en el mejor de los casos, anarquistas desquiciados, tampoco me parece tan claro. 

En los hechos participan multitudes  carentes de orgánica, entre las cuales, probablemente, no hay solo delincuentes y desquiciados sino también vecinos de vida generalmente correcta. ¿Qué mueve a personas comunes y corrientes a embriagarse de violencia? ¿Cómo es que una dueña de casa participa en un saqueo? ¿Por qué son tan ineficientes los llamados a la cordura? Preguntas como esa me hicieron recordar un libro de Freud: Psicología de las masas y análisis del yo. Lo había leído el año 2001, de modo que se imponía una relectura. Sin embargo, la urgencia solo me permitió una lectura somera y las conclusiones a las que arribo deben ser consideradas provisionales.





¿Cómo es que una dueña de casa participa en un saqueo?

La respuesta de Freud remite a Gustavo Le Bon, quien dice:



El más singular de los fenómenos presentados por una masa psicológica es el siguiente: cualesquiera que sean los individuos que la componen y por diversos o semejantes que puedan ser su género de vida, sus ocupaciones, su carácter o su inteligencia, el solo hecho de hallarse transformados en una multitud les dota de una especie de alma colectiva. Esta alma les hace sentir, pensar y obrar de una manera por completo distinto de como sentiría, pensaría y obraría cada uno de ellos aisladamente.



Freud lo explica mediante la caída de los mecanismos de represión:



El individuo que entra a formar parte de una multitud se sitúa en condiciones que le permiten suprimir las represiones de sus tendencias inconscientes.



La interpretación que ofrece tiene uno de sus ejes en la identificación entre los individuos en la masa en torno a afectos muy primarios que los lleva a obviar toda otra diferencia. La rabia es uno de esos afectos.



Aspectos formales

Freud expone sus tesis con una de las técnicas más socorridas del ensayo: primero nos aporta la visión de otros autores con los que no está de acuerdo o lo está solo en forma parcial, realizando algunos comentarios destinados casi siempre a demostrar la «insuficiencias» de sus postulados y resaltar aquí y allá algunos «aciertos». Luego de desmenuzar su opinión, corregir sus «errores» y descartar sus tesis, inicia la exposición de sus propios postulados, abundando en ejemplos tomados, por desgracia, solo de la clínica y no del análisis de actuaciones de la masa, excepción hecha de la iglesia y el ejército, masas que denomina artificiales y en las cuales el «amor» al líder actúa como aglutinador por medio de la identificación de sus miembros entre sí.

El autor no utiliza tecnicismos de modo que cualquier lector puede comprender la mayor parte del ensayo. Sin embargo, deberá consultar otros títulos del propio Sigmund Freud para familiarizarse con conceptos como narcicismo primario, ideal del yo, yo ideal, etc.



Conclusiones
El libro tal vez está un tanto desactualizado y no resulta suficiente para comprender del todo el fenómeno. El razonamiento con el que enfrenta el tema es deductivo y tiene por premisa sus trabajos anteriores, por lo que explica la conducta de las masas sin un estudio de fenómenos de masa concretos. Recurre, como explicación, a las fallas que observa en mecanismos como la represión, que permiten la construcción de cultura. Sin embargo, aun con dichas deficiencias, se trata de un texto ilustrativo, que debiera ser leído sobre todo por las autoridades del país.

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Psicología de las masas y análisis del “yo”. Sigmund Freud, Obras completas. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid 1996.
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sábado, 12 de octubre de 2019

PLATERO Y YO




Tenía una deuda con Juan Ramón Jiménez y con Platero y yo. Aún no lo había leído, a pesar de que la obra forma parte del canon literario en lengua española y, hasta no hace tantas décadas, del canon escolar de mi país. Me negaba, con la tozudez de la juventud, que no siempre se va tan pronto como pasan los años, a acceder a una lectura que se me figuraba bastante cursi y, en el mejor de los casos, pasada de moda. Nada que pudiera competir con un Cortázar o un Vargas Llosa, para citar solo a dos mis ídolos de entonces.

Este año, sin embargo, he saldado con placer esa deuda y el leído aquel libro que eludí tontamente, y no me pareció cursi sino más bien hermoso. Lo menos que puedo hacer entonces es escribir estas notas.

Juan Ramón Jiménez fue un poeta español, nacido en 1881 y muerto 1958. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1956. Fue partidario de la república durante la guerra civil española de 1936 y tuvo que dejar España incluso antes del triunfo del franquismo a causa de la creciente hostilidad contra los intelectuales por parte de la prensa socialista. Vivió su exilio en Estados Unidos y Puerto Rico.

Pertenece la generación del 14 y es parte del novecentismo español, junto con autores como León Felipe y José Ortega y Gasset. Uno de los ideales de este movimiento era la creación de un «arte puro», cosa que en Platero y yo se hace patente.

Entre sus obras podemos citar Ninfeas, Almas de violeta, 1900, Rimas, 1902, Arias tristes, 1902, La soledad sonora, 1911, Sonetos espirituales, 1917, Diario de un poeta recién casado, 1917, Platero y yo (edición completa), 1917, etc.

El libro, a despecho de su forma narrativa, es poesía de principio a fin y narra la tierna relación del poeta con su burro, Platero, siendo el elemento central el sentimiento amoroso mutuo. Por las características de la obra y el ideario artístico del autor me seduce abordar su análisis a la luz del formalismo ruso, escuela crítica preocupada por el análisis inmanente del texto literario, independiente del contexto y la biografía del autor, poniendo énfasis en aquello que hace que un texto sea literario y se diferencie de cualquier otro tipo de escrito. Para esta escuela, el lenguaje cotidiano se genera en forma automática y su discurso no produce extrañeza. En cambio, un texto literario logra la desautomatización del lenguaje, provocando en el lector una suerte de extrañamiento, en términos del cual se ha de aquilatar la obra.


Una aproximación purista, por lo tanto, me obligaría a prescindir por completo de elementos externos al texto y no creo eso sea posible. En cambio, no resulta difícil encontrar elementos que muestren el valor inmanente de la obra. Ya en la «advertencia» se observa un lenguaje que se aleja del uso cotidiano. La cita a Novalis hermana el relato con un corpus artístico, un referente que, a despecho de ser un anclaje cultural trascendente y externo a la obra[1], evidencia un recurso literario (hablar con la voz de otro, pensar con las ideas de otro) que lo desmarca del habla habitual, mucho más inmediatista, de modo que esta cita es ya un esbozo de desautomatización. Es más, se trata de una cita metafórica «Dondequiera que haya niños, existe una edad de oro», lo que le da un valor mayor como recurso literario, reforzando el extrañamiento. Pero ya antes, en la primera frase, Juan Ramón Jiménez utiliza el hipérbaton («este breve libro», en lugar de este libro breve) y luego una metáfora que hermana la alegría y la pena («la alegría y la pena son gemelas»), anticipando las emociones que el lector experimentará en el libro, sin que al hacerlo le arrebate el placer de irlas descubriendo. Hemos de tener en cuenta que se trata de una «advertencia», el autor aún no ha entrado de lleno en la obra y ya prodiga un lenguaje que lo aparta de la norma. En el último párrafo derrocha recursos: «Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños; siempre te hallé yo en mi vida, mar de duelo». En un lenguaje normativo tendría que haber dicho: «En mi vida, que es triste, siempre encontré la alegría de la niñez». Las comparaciones se siguen de metáforas: «Edad de oro de la niñez» se compara con una «isla de gracia, de frescura y de dicha», que es a su vez otra metáfora, en la medida en que apela a una etapa de la vida marcadamente distinta de las demás y de ahí su carácter insular. Como es de esperar, esta prodigalidad de recursos, con la consecuente desautomatización del lenguaje, prosigue en el resto del libro. Imágenes, comparaciones, metáforas que permiten que incluso el paisaje presente connotaciones anímicas: «Ahí está el ocaso, todo empurpurado, herido por sus propios cristales, que le hacen sangre por doquiera. A su esplendor, el pinar verde se agria, vagamente enrojecido; y las hierbas y las florecillas, encendidas y transparentes, embalsaman el instante sereno de una esencia mojada, penetrante y luminosa. Yo me quedo extasiado en el crepúsculo. Platero, granas de ocaso sus ojos negros, se va, manso». No es solo el embelesamiento lo que trasmite este pasaje. También comunica paz y calma, y, a la vez, melancolía y cierto monto de angustia (la herida, la sangre).

De entre las frases más bellas destaco aquella que dice: «Los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro». Uno se queda maravillado por la imagen, al tiempo que disfruta la última metáfora (la primera, «los espejos de azabache» ha ido desgastándose con el tiempo, si bien conserva su eficacia). El lenguaje cotidiano se conformaría con decir que Platero tiene los ojos negros, lo que demuestra el logro estético del autor, al conseguir que los ojos de Platero (y Platero) resulten algo único.

La narración (fábula) es apenas una excusa para la belleza y lo que en verdad interesa es cómo está contada la historia. Cuesta encontrar, incluso leyendo el texto completo, demasiados motivos determinantes. Podría citar la alegría (lo entrañable que era Platero, cómo lo querían los niños y la relación mutuamente amorosa y comprensiva con el poeta); la tristeza (la muerte de Platero, la niña tísica) y nuevamente la alegría (el alma de Platero vive)[2]. Entre los motivos libres puede referirse el episodio del perro sarnoso (capítulo XXVII), aunque comparte también el determinante de la tristeza. El motivo de la alegría (título del tercer capítulo) aparece ya en el capítulo I. En la descripción de Platero, se explicita con una metáfora: «viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe». El motivo del ocaso, en el segundo capítulo, podría comprenderse, no solo como un elemento bucólico y anímico, sino también como la anticipación del motivo de la muerte, lo que hablaría de una armonía en la construcción del relato, estructurándolo como una polifonía construida en diferentes niveles semánticos y formales. La frase «se dijera, a cada instante, que vamos a descubrir un palacio abandonado...», podría entenderse como un anticipo de la resurrección de Platero, replicando en un capítulo la estructura general de la obra[3].

Debo concluir sabiendo que estas páginas resultan insuficientes para una crítica, incluso de un texto tan breve como Platero y yo. El formalismo ruso no se agota en los aspectos que he esbozado y quedaron pendientes importantes aproximaciones, como las de Vladimir Propp. Por otra parte, me parece necesaria una mayor flexibilidad al estudiar un texto, de modo lograr mayor riqueza interpretativa. Utilizar más de una aproximación teórica sería, a mi modo de ver, no solo una buena opción sino además una necesidad.
Termino recomendando la lectura de Platero y yo a todos quienes aman la poesía y vibran con la belleza.
(Dejo un enlace a un vídeo con un audiolibro).




[1] Parte del credo del formalismo ruso era que la obra literaria debía ser estudiada sin relación con otros textos, sin embargo, he preferido no abordar la crítica de un modo purista, de manera de poder mostrar un recurso literario más, que ejemplifica, por partida doble, la desautomatización que consigue Juan Ramón Jiménez.
[2] El concepto de vida, muerte y resurrección, propio del cristianismo, aparece aquí como nuclear, resulta ser el motivo que subyace en el nivel inferior de la trama y una muestra de cómo es imposible sustraerse de los determinantes culturales. Bajtín consideraba que la ideología no puede separarse de sus productos.
[3] No corresponde, dentro del marco teórico que sigo, preguntarse si el autor era consciente o no de las anticipaciones que observo, en cambio me parece que hablan de una obra de varios niveles, correctamente integrados.

lunes, 7 de octubre de 2019

SI MAÑANA LLUEVE




Si mañana llueve reúne lo mejor de los cuatro primeros libros de Hurón Magma: Palomas de lluvia (1985), Bajo otro cielo (1987), El árbol de los sueños (1998) y Los cuentos de Ariadna y otros poemas (2009). El poeta, radicado en Cunco, lejos de la élite literaria santiaguina, ha cultivado una poesía delicada, ajena a los exabruptos de la vanguardia y a la férula del metro.
Hurón Magma (Edgardo Añazco, en la vida ciudadana) pertenece a la generación del 80, signada por la dictadura y su poética pudo derivar hacia una literatura de denuncia, pero, salvo algunos versos tempranos, pronto comprendió que lo suyo era distinto. Sus poemas giran en torno el amor, el recuerdo de los muertos, la evocación del paisaje y los elementos, la reminiscencia de lo cotidiano y, en las últimas décadas, la exploración del simbolismo mapuche, sin caer en una belicosidad impostada ni el exhibicionismo fácil, y sin sumergirse en el verso críptico que exige del lector una lectura en clave. Esto no implica una falta de compromiso con su pueblo, pues Hurón Magma no es un esteticista sino un esteta que asume su compromiso con el ser humano indagando en el alma sin estruendos, renunciando a la diatriba y cultivando una poética delicada y cercana.
La obra de Hurón Magma se hermana con el ideario de casi toda la poesía sureña: la presencia de la naturaleza como determinante espiritual del hombre. La mención de Neruda y Jorge Teiller entre sus influencias pareciera insoslayable, sin embargo, Hurón Magma prescinde de la fuerza telúrica del premio Nobel y de la nostalgia desgarradora de Teiller, y no fatiga al lector con largos versos y estrofas interminables. Sus poemas se posan en el alma con la levedad de las gotas de rocío. Su poesía es de un lirismo sutil, equilibrado y diáfano, y aunque su lenguaje es sencillo, no pretende simular el habla cotidiana y se aleja tanto de la ironía de Nicanor Parra como de la poesía narrativa de PabloAzócar.
Una característica de su estilo es la maestría con la que administra el lenguaje poético, de modo que no resulta evidente el uso de la técnica y el lector acaba el poema embelesado sin que le quede claro el modo en que lo cotidiano y lo elemental se hermanaron para crear una emoción nueva o evocar un recuerdo dormido. Una segunda lectura permite apreciar las imágenes y metáforas que van construyendo, con las palabras de siempre, una atmósfera y un sentido nuevo. Baste con citar como ejemplo dos versos de Si llueve, el poema inaugural de la antología:


Te esperaré en los pinos
Con mis manos de agua. 

Manos que gotean bajo la lluvia, que se trasparentan hasta disolverse en la espera. Disolución que evoca en paso del tiempo, que devuelve toda forma de vida a los elementos esenciales. El tiempo de Hurón que no apela al río heraclitiano, sino el compás de la eterna lluvia del sur.

En otro poema nos ofrece esta metáfora:



En este rincón de mis manos
se oculta todo el mar
y el secreto de haber pecado una noche.



¿Qué otro mar puede ser sino la huella que deja en las manos la piel de la mujer amada?
A veces la figura literaria comprende todo el poema:


Antes de mirarnos

Esta manera de mirarnos
Como un aguacero que comienza.




No quiero extenderme en más ejemplos. Dejo como aperitivo algunos poemas del autor además de un vídeo.
Antes de terminar, debo advertir que conozco a Edgardo Añazco lo suficiente como para considerarme su amigo (a Hurón Magma aún no termino de conocerlo). Durante la adolescencia solíamos caminar por las calles de Temuco, haciendo crujir la hojarasca bajo nuestros pasos –vocación de peripatéticos que nos permitía hablar de poesía. El lector tiene derecho a pensar que mi entusiasmo nace de dicha amistad. Sin embargo, la crítica que han recibido sus poemas y los análisis que se les han dedicado me libran de la sospecha del panegírico. Quien quiera comprobarlo no tiene más que leer Si mañana llueve. Un libro entrañable.
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Si mañana llueve, Hurón Magma, Editorial Bogavantes, Valparaíso, Chile, 2018. 119 páginas.
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